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SHIRALAD, el regreso de los dioses: una mitopoeia cubana

El pasado 21 de enero de 2023 murió en Miami, Estados Unidos, el escritor queer de origen cubano Chely Lima. Chely fue narrador, poeta, dramaturgo, editor, fotógrafo, guionista de cine, radio y televisión. Ganó importantes premios como el David (1980) y el Juan Rulfo (1998). Su obra, casi siempre compartida con su compañero de vida, el también escritor Alberto Serret, se encuentra en la memoria colectiva del cubano, aun cuando no conozca sus nombres. Baste mencionar títulos de libros como Espacio abierto (1983) y guiones de televisión como Hoy es siempre todavía (1987). Precisamente el motivo de este artículo es otro de sus guiones más famosos. Sirva como modesto homenaje al autor y a la obra: quizá la historia de ciencia ficción más épica y más hermosa que se ha escrito en Cuba.   

Chely Lima

Lo admito, en 1993 tenía 8 años y a la hora de las “aventuras”, si ponían Shiralad, me levantaba y me iba. En aquel momento no tenía por qué entender la genialidad de la serie y de sus creadores. Ni antes ni después se vio una historia tan compleja y oscura producida por la televisión cubana, entendiendo compleja y oscura como grandes cualidades que tal vez no valoraría un niño de 8 años, pero sí un joven de veintitantos, que tenía cuando la repusieron a principios de los 2000. Para entonces, después de haber conocido los grandes títulos de la fantasía y la ciencia ficción a nivel mundial, en un punto en que las sagas fílmicas y literarias se alargan en detrimento de su originalidad, agradecí que, en mi país, naciera una historia como aquella.      

Entre sus muchos encantos, Shiralad posee todos los elementos de una mitopoeia, la creación artificial de un mundo lleno de culturas que parecen reales por el nivel de detalles que se pone en su concepción: historia, tradición, lenguaje, religión. Precisamente les propongo revisar lo que sabemos sobre la religión y los dioses de Shiralad.   

Los orígenes de Shiralad

Poster de la serie, diseñado por el proyecto Fuimos felices aquí

Shiralad, el regreso de los dioses, es una historia a caballo entre la fantasía épica y la ciencia ficción, concebida por Chely Lima Naranjo, uno de los llamados “4 fantásticos” de la literatura cubana de los años 80-90 del siglo pasado, junto con su compañero Alberto Serret, Daína Chaviano y Antonio Orlando Rodríguez. Así lo rememoraba el propio Chely en su blog www.limachely.blogspot.com, que por alguna razón ya no existe:

«Todo comenzó por una novela que yo escribía en aquel entonces (estábamos a finales de los ochenta) y que jamás llegué a terminar, porque murió “vampirizada” por la serie de TV, para decirlo de un modo dramático.

«Mi novela mezclaba fantasía heroica y ciencia ficción, y en ella una nave-escuela terrícola sufre un accidente al que solo sobrevive una joven astronauta acompañada por un cíber instructor. La nave atraviesa un agujero negro que la conduce al futuro de Shiralad, un planeta parecido a la Tierra, en el que tres ciudades-estado y varios pueblos nómadas (uno de ellos integrado por una especie racional alada) comienzan a rebelarse contra la ciudad-santuario que quiere tener el dominio absoluto.

«La trama de mi historia original (que era mucho más erótica y violenta de lo que puede serlo una serie de TV, y contaba con personajes y locaciones que no aparecieron en pantalla) se centraba en la hermandad que surge entre la astronauta terrícola, condenada a vivir en un mundo ajeno y primitivo, y la princesa-guerrero que acaba por descubrir que su mayor fuerza radica en aceptar la potencia de su naturaleza femenina, para integrarla a su mitad activa.

«Cuando Alberto Serret me propuso que adaptáramos a la televisión lo que ya estaba escrito de la novela, me pareció una buena idea. El proyecto fue aceptado por la sección de programas infantiles y juveniles del ICRT (Instituto Cubano de Radio y Televisión), y Serret y yo lo trabajamos con una brillante asesora de dramaturgia, Iliana Prieto, y con un joven director que se enamoró de la historia, José Luis Rodríguez, quien supo reunir un excelente equipo a su alrededor, y salvar los titánicos escollos del principio del Período Especial en Cuba, para llevar la serie a buen puerto.

«En los meses que duró la grabación pasaron muchas cosas que no voy a contar aquí (cosas buenas y malas), pero Shiralad estaba empeñada en nacer, y aquellos que la realizaron eran entusiastas, talentosos y terriblemente obstinados.

«El resultado ustedes lo conocen (al menos los que la vieron en pantalla).

«Yo no la vi nunca, tampoco Alberto, porque para cuando se estrenó ya nos habíamos marchado de la isla para no volver…»

Chely y Alberto

Los dioses extraterrestres

A lo largo de 60 capítulos de media hora de duración cada uno, los escritores parecen reflexionar con honestidad sobre sus inquietudes, como la imposición de roles de género y la antropología del mito, reflexiones inteligentes y creativas.   

Aunque nunca se declara que la trama de Shiralad ocurre en un planeta Tierra alternativo, el argumento de la obra recuerda mucho la teoría pseudocientífica de los antiguos astronautas, los alienígenas ancestrales y el paleocontacto, según la cual estos seres han sido responsables del origen y desarrollo de las culturas humanas, las tecnologías y las religiones, incluyendo la idea de que la mayoría de las deidades adoradas a lo largo de la historia de la humanidad, si no todas, son en realidad extraterrestres, y sus tecnologías fueron tomadas como evidencia de su condición divina.

Hasta hace un tiempo, el artículo de Wikipedia sobre Shiralad afirmaba que la historia de Chely había sido influenciada por la de su amiga de entonces, la escritora Daina Chaviano, autora del libro Los mundos que amo (1979), en el que sí había abordado el tema de los extraterrestres precursores basándose en supuestas experiencias autobiográficas. En 2018 contacté al propio Chely sobre este asunto y no solo lo negó, sino que editó el artículo de Wikipedia y agregó la siguiente nota:

«Un libro que produje en co-autoría con Alberto Serret, que compila historias de ambos y fue publicado en 1982, recoge un viejo cuento mío escrito a finales de los años 70, que es el que le da título al libro: Espacio abierto. En él ya aparece la situación de la nave de estudiantes de astronáutica que sufre un accidente grave y se dirige directo hacia el desastre. Esta situación pasa posteriormente a Shiralad, cuya primerísima versión se empieza a escribir a principios de los ochenta, posiblemente por la misma época en la que Espacio abierto sale a la luz. En 1986 se escriben los textos de la ópera-rock Violente (puesta en escena por primera vez en 1987), para la que tomo de Shiralad el tema de la nave espacial que tiene un accidente en el que sobrevive tan solo una astronauta, quien va a parar a un planeta ajeno y se ve involucrada sin quererlo en la suerte de sus habitantes. En realidad, no es una situación demasiado original dentro de la literatura, el cine o las series de CF de cualquier parte del mundo.»

Los personajes protagónicos Nefertiti y Mercurio, una joven astronauta y un ciber-instructor (androide) respectivamente, son los sobrevivientes de una nave-escuela de la Tierra que se estrella en un planeta extraño llamado Shiralad. Los nativos, estancados en una especie de Edad Media, aseguran al verlos con sus extrañas ropas que “los dioses mansos han regresado”. A lo largo de la trama, y a la vez que empatizan con los lugareños, Nefertiti y Mercurio descubrirán que otros terrícolas visitaron Shiralad antes que ellos y dieron cabida a la leyenda de los dioses mansos. Ahora bien, Shiralad parece encontrarse en una suerte de brecha temporal que complica aún más las cosas: por un lado, podría tratarse de la propia Tierra en una época pretérita, y por el otro, los primeros visitantes resultan tener una tecnología mucho más avanzada que la de los nuevos astronautas, es decir, también pertenecían a su futuro.

Mabel Roch interpreta a la astronauta Nefertiti, que los habitantes de Shiralad confunden con el dios Pabírobi

A la llegada de los terrícolas, la ciudad de Istajar, una de las más importantes de Shiralad, se ve en apuros, pues el Dom, su gobernante, no ha tenido descendiente varón que lo suceda. Lo amenazan entonces los otros clanes con sus propios jefes o cabezas y la Ciudad Sagrada, la principal autoridad religiosa que, obviamente, se dedica a la adoración de los dioses de la guerra. La solución es hacer pasar a la hija mayor y más rebelde del Dom, Arejé, por un domi, es decir, un hijo varón que deberá ganarse el respeto derrotando monstruos y venciendo guerreros.   

Arejé / Arak, la princesa-caballero de Istajar (interpretada por la actriz Susana Tjera) y el príncipe Uruk de Acsur (interpretado por Francisco Gatorno)

En la famosa presentación de la serie, un guerrero legendario llamado Arak era asesinado durante un combate y su espada quebrada a la mitad. La historia de tal guerrero es el mito que da sentido al personaje de Arejé, quien adopta su nombre masculino. En Realidad, el guerrero había sido un terrícola llamado David, historiador y sociólogo de la misión científica que había venido a estudiar Shiralad, y que identificado con la gente de Istajar durante la invasión de los Suritas, combatió y murió por ella. En uno de los últimos capítulos, se vuelve a ver al guerrero en un holograma, siendo traído en camilla a la base de la misión. 

En la presentación de la serie, el guerrero legendario Arak, es en realidad un científico terrestre llamado David

Los dioses mansos y los otros

En una sociedad que impone la ley por el uso de la fuerza, el culto a unos dioses mansos ha quedado relegado a las mujeres, los esclavos domésticos y unos pocos que sospechan la verdad detrás del mito. El dios Pupliu es visto en el androide Mercurio, interpretado en la serie por el actor Héctor Noas, que es capaz de sanar heridas y restaurar espadas legendarias para el asombro de todos los que no conocen la ciencia. Pabírobi es encarnado por Nefertiti, interpretada por la actriz Mabel Roch, una mujer que como tal, se identifica con la situación de Arejé, la joven princesa obligada a comportarse como un guerrero, lo que sin duda le da oportunidades únicas en una sociedad donde la mujer no tiene casi ningún derecho.

El actor Hector Noas interpertó a Mercurio, el androide que los habitantes de Shiralad confunden con el dios Puplio

“Pupliu es quien cubre y protege, pero es Pabírobi el que inventa los caminos. Es Pabírobi el que da cauce a los ríos. Es Pabírobi el que horada la piedra y da entrada a la luz.” Así se refiere a ellos Tanaubi, el vidente, último poseedor de los extraños conocimientos que les transmitieron los “dioses”. Tanaubi fue enseñado a comunicarse mediante una especie de telepatía, una habilidad que linda entre la ciencia y la magia, lo que envuelve aún más en el misterio la naturaleza de aquellos primeros visitantes. Casi al final, mientras ayuda a los terrícolas a encontrar la nave que los llevará de nuevo a su hogar, Tanaubi reflexiona: “Ya no sé bien cómo se hizo Shiralad. ¿Nos crearon los dioses con arcilla y con saliva o fuimos nosotros los que los inventamos? ¿Acaso les dimos vida y los echamos a rodar sobre el polvo para hacerlos dueños de nuestro destino?”. Nefertiti intenta explicarle, pero el anciano se niega a escuchar.   

Opuestos a los dioses mansos son Jatri, dios de la guerra y Yogo de la muerte, que se adoran juntos en la Ciudad Sagrada. “Que Jatri vibre en la punta de tu espada” y “Que Yogo guarde del polvo a tus ejércitos”, son saludos comunes entre guerreros. Esta ciudad es regida por el “Venerado Parca” o el “Resplandor”, cuyos propósitos ocultos son hacerse con el control de Istajar y tal vez más. La hermandad de hombres que dirige son los ungidos, muchos de los cuales fueron niños arrebatados a sus madres y llevan una vida monástica de privaciones y sufrimientos, cuya única manera de atenuarse es escalando en el agrado del Parca como su secuaz. No parece que el origen de estos dioses sea el mismo que de los dioses mansos y constantemente se hace referencia a su fuego y a sus hogueras como una especie de castigo en el “otro mundo”. Muchos ungidos de la Ciudad Sagrada perecen víctima de sacrificios humanos en honor a estos dioses. Cuando, según la tradición, Arejé, como el domi Arak, viaja a la Ciudad Sagrada a consagrar sus armas, es conminado a ejecutar él/ella el sacrificio: “Tuluk la invencible cantaba en las manos de Arak cuando mordía las carnes de los enemigos de Istajar. Es otra la sangre que mana de los sacrificios. Un dios manso forjó mi espada y otro dios manso volvió a unir sus mitades. No voy a manchar su hoja en la sangre de una víctima de los ungidos”.

Filmación de la serie. Al fondo se encuentra el Parca de la Ciudad Sagrada sentado en su trono e interpretado por el actor Jorge Cao

La Ciudad Sagrada estaría fundada en las instalaciones de una antigua base de los visitantes terrícolas y su nombre era Gagarin, por el cosmonauta ruso, lo que en el tiempo de la serie los nativos conocerían como Monte Garín. Una sección de la ciudad permanece cerrada hasta que es abierta por Mercurio, descubriendo un centro energético que acumula energía telúrica desde hace muchísimo tiempo, poniendo en peligro a Shiralad.

En Acsur, la otra ciudad que se menciona y aparece en la serie, se adoran “los dioses del mar, que solo Acsur conoce y solo a Acsur le hablan”, además de ciertos dioses de la pradera.

Filmación de una escena en la ciudad lacustre de Acsur

El artículo de Wikipedia sobre Shiralad es bastante osado en su análisis y asegura que:

«La imagen del sol [en la serie] es una alegoría de Inti, el Dios solar del cual se preciaban descender los soberanos Incas. La batalla [de la presentación] hace referencia a la invasión de los Incas desde su lugar de origen hasta las tierras que llegaron a dominar, entre ellas Tiahuanaco. Los Incas supieron aprovechar con habilidad la existencia de cultos solares (Jatri es Inti en la serie) en numerosas etnias (las tribus de Istajar antigua) de la zona andina, como ocurría entre los habitantes de Tiahuanaco (la Ciudad Sagrada en la serie), para centralizarlos en el culto a Inti y asegurar el dominio político sobre su inmenso imperio. El culto al sol se impuso a los demás pueblos anexionados, inclusive por encima del creador Viracocha (reflejo de los dioses mansos). En la serie, se adoraba a los dioses mansos hasta que la ciudad sagrada impuso el culto a Jatri por encima de estos.»

¿Quién es Layla?

Por último, es imprescindible mencionar a Layla, un personaje encantadoramente extraño interpretado por la actriz Mirta Ibarra. Sin duda ella encarna el punto en que se tocan la ciencia ficción y la fantasía en esta historia. Se antoja una especie de Madre Tierra del planeta Shiralad y su guardiana, capaz de entender la historia y la tecnología de los visitantes extranjeros. Su poder parece ilimitado, es capaz de aparecer y desaparecer a voluntad, incluso de ser vista solo por quien ella desea, se comunica por telepatía y a través de los sueños; sin embargo, nunca interviene de forma directa en el curso de los acontecimientos, solo sugiere y muestra los posibles caminos al resto de personajes. Para los nativos es una vieja bruja o hechicera.

La actriz Mirta Ibarra interpreta a Layla, la bruja

En ningún momento se explica su origen o su función, pero esta queda clara cuando después de mostrarle a Nefertiti la nave que la puede devolver a su Tierra, le da la opción de antes desactivar el centro de energía telúrica que está a punto de estallar en la Ciudad Sagrada y que amenaza a todo Shiralad. Además, a su manera, procura que sea la mano justa de Arejé la que gobierne el futuro de Istajar. En este punto, Layla parece ser la única y verdadera diosa de Shiralad, la espiritualidad de su gente encarnada, la guardiana de su historia.

Layla es, además, la consumación de la que se ha dicho era una de las intenciones de los creadores de la historia: romper con el realismo socialista o científico que todavía imperaba en el ambiente literario de la isla, abriendo paso para enfoques artística y espiritualmente más libres. En una escena memorable, Layla interviene para detener el combate entre Arejé y Uruk, príncipes de dos ciudades rivales. Al igual que la Naturaleza en la leyenda de los payachatas, que explica la existencia de los volcanes Parinacota y Pomerame, en el extremo norte de Chile, Layla intercede por los dos amantes: “La grande Istajar y Acsur la de los metales no deben enfrentarse. ¡Detengan el combate! ¡Arrojen las espadas! Aún es tiempo, no permitan que la confusión se apodere de su ánimo. No es sólo el odio lo que irrita ni la enemistad lo único que hace arder el corazón. No permitan que la sangre separe lo que debe unir para siempre el amor.”

Layla le entrega a Nefertiti la corona que debe usar Arejé para gobernar Istajar

Los hermanos Strugatsky

En un trabajo sobre las influencias del cine de ciencia ficción de la URSS y de otros países de Europa del Este en el imaginario literario cubano, el escritor Raúl Aguiar compara la teleserie cubana con la película El poder de un dios, de 1989, basada, a su vez, en la novela Qué difícil es ser Dios de los autores soviéticos Boris y Arkadi Strugatsky, publicada en 1964 y bien conocida por el público lector cubano. Wikipedia hace un interesante listado de los paralelismos entre la serie y la película, anotando que en ambas se lucha contra un grupo de extremistas religiosos, en ambas hay una misión científica encargada de estudiar la evolución social de otro planeta más atrasado con la premisa de no intervenir, en ambas se viola esta premisa; en ambas existe un músico (Ciantosu-Nubu en Shiralad) devenido líder militar de los campesinos; incluso una de las melodías de la banda sonora de la serie es muy parecida a otra de la película.

No sabemos cuánto de la novela fue descartado en la adaptación televisiva, pero es muy probable que durante el proceso fueran agregados elementos de la película soviética que no estaban en el material original de Chely.

La serie de televisión

Parte del elenco y equipo de producción

Shiralad es un icono de la televisión cubana, un raro exponente de nuestra capacidad de extrañarnos y pensar más allá de los clichés culturales que nos hemos autoimpuesto. Así lo recuerda la escritora Anabel Enríquez en su trabajo La inconstancia de la visión: panorama del género fantástico en el universo audiovisual cubano publicado en el número 8 de la revista Korad:

«En la sima (con s) del cráter económico y social del Período Especial, llega en 1993 a la pantalla una obra que dejaría una huella importante en la historia de la televisión cubana. Aunque no porque se cumpliera aquello que muchos esperaron y se apuraron en sentenciar, como un antes y un después (entendiendo el “después” como una superación artística en el modo de hacer)…»

El éxito en la producción de Shiralad, devenida serie de culto, no se repitió en ninguno de los intentos posteriores de retomar los géneros de la ciencia ficción y la fantasía en televisión; incluso a pesar de haber demostrado que la carencia de recursos materiales puede y debe ser suplida por “actualizaciones estilísticas y temáticas en la forma de escribir los guiones”.

Detrás de las cámaras de Shiralad
Detrás de las cámaras de Shiralad

Durante mucho tiempo la serie cayó en el olvido hasta que recientemente fue rescatada por el proyecto Fuimos felices aquí a partir de grabaciones caseras en VHS digitalizadas y fragmentos que existían en YouTube. Todo parece indicar que el ICRT ya no conserva los archivos originales.   

Me consta que los actores y demás equipo creativo que intervino en la realización de la serie siente un profundo cariño por esta obra. Del mismo modo, los cubanos de mi generación estamos atados ineludiblemente a su recuerdo.  

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3 comentarios sobre “SHIRALAD, el regreso de los dioses: una mitopoeia cubana

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